...Los libros primero.
-Sacamos todos los que pudimos. Es tu turno.
-Todavía quedan libros –insistió el padre.
Hannah sabía de antemano que no ganaría esa discusión.
-Dame el tuyo, también –dijo antes de partir.
-¿El mío? ¿Cuál? –preguntó el padre.
-El que escribiste vos. Tus memorias.
El padre sonrió.
-Quedó un solo ejemplar. Los otros los quemaron. Hay libros
más importantes.
-¿Te acordás qué decías en relación a la destrucción de
libros? Decías...
-Que si te matan las palabras, te matan dos veces –dijo el
padre.
Hannah logró escapar esa noche por un agujero en la pared
que separaba el gueto del resto del mundo. Llevaba el libro que había escrito
su padre abrazado sobre el pecho.
Nunca se volvieron a ver.
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